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“Pienso, luego contamino”: El rol de la psicología en la crisis climática

Por: Melissa Salcedo y Sachie Silva


En los últimos años, la preocupación por la crisis climática adquirió una gran relevancia para la población, sobre todo, debido a que sus efectos pasaron de ser una amenaza futura a una dramática realidad que, de acuerdo a las cifras de Conservation International, afecta de manera directa a cerca de 800 millones de personas.

Los pronósticos sobre el futuro del planeta son desoladores, ya que de acuerdo a reportes de Naciones Unidas, se espera que para el año 2100 los niveles del mar crezcan medio metro, mientras que la NASA señaló que en tan solo 50 años se duplicó el máximo histórico en los niveles de dióxido de carbono.

En el Perú, problemas como el deterioro del ambiente y paulatina reducción de los recursos naturales son de gran preocupación, debido a la alta contaminación del agua; la degradación de las cuencas; el inadecuado manejo de los residuos sólidos; las ciudades desordenadas con alta contaminación del aire y baja calidad de vida; la pérdida de los suelos agrícolas por erosión, salinización y pérdida de la fertilidad; la destrucción de al menos 10 millones de hectáreas de bosques y tala ilegal de maderas finas; las 221 especies de fauna en peligro de extinción; la pérdida de cultivos nativos y sus variedades; y la contaminación del aire.

Entre todo este conjunto de datos alarmantes, el individuo se pregunta si la información a la cual accede es correcta y basada en ciencia, si las acciones o medidas que intenta están realmente contribuyendo o si está exigiendo lo suficiente a las instituciones, con referencia a regulaciones. En estos actos se dan procesos emocionales como también de juicio y toma de decisiones, impactando en la salud mental del ser humano.

Es por lo mencionado que, este artículo pretende explorar cómo a nivel individual las actitudes y percepciones influyen en el comportamiento de las personas con respecto al cambio climático, así como el efecto que ha generado la crisis climática en nuestra salud mental y cómo se debe trabajar desde la psicología, en conjunto con otras profesiones, para la búsqueda de soluciones frente a esta gran problemática que aqueja al mundo.

Se cree que el comportamiento humano es una de las principales causas de la actual crisis climática. Es por esta razón que quizás el acto más grande que podemos hacer para contribuir con la mitigación del cambio climático es comprendernos. Entender nuestras creencias, valores, percepciones, pensamientos y conductas forma parte de la solución a esta crisis. En este tema la psicología provee explicaciones sobre cómo las personas forman percepciones con respecto al cambio climático.

Una de las principales dificultades es la variabilidad de las percepciones y actitudes con respecto al cambio climático. Tenemos diferentes situaciones, normalmente la persona encuentra muy confuso encontrar un responsable o las acciones a seguir para contribuir al cambio, incluso existen casos extremos en los que los individuos niegan la existencia de una crisis climática.

Al buscar un responsable, la persona pone en tela de juicio todo el contexto y sistema en el que vive, despertando así una serie de conductas. Como menciona Susan Clayton (2019) la sola idea de que un cambio irrevocable en el clima pueda significar el fin de la civilización es lo suficientemente aterradora como para que las personas levanten defensas emocionales tales como la negación. En esta defensa el ser humano termina justificando el sistema sin atribuir dichas causas a su mal comportamiento, ya que es más fácil pensar que nuestro sistema es bueno y funciona bien a pensar que el sistema que hemos creado es el responsable de nuestro perecimiento.

Es por esto que la información y el canal por el cual se comunicará debe ser lo más claro posible, a fin de que la persona reconozca su rol en el problema y, por ende, en la solución. Esto tendrá como consecuencia la realización de acciones, generando así hábitos e influenciando a sus pares, para contrarrestar el daño provocado.

Algunas investigaciones demuestran que las personas que se auto perciben como capaces de afectar positivamente al cambio climático, como así también de influenciar a otros de su entorno social más cercano, poseen una probabilidad más alta de definir el cambio climático como un riesgo y de llevar a cabo acciones correctoras. De hecho, según un estudio de Brody et al. (2008) la autoeficacia aparece como la variable más significativa del modelo predictivo sobre la percepción de riesgo, mientras que otros trabajos (Savage, 1993; Bord et al., 1998; O’Connor et al., 1999; Heath & Gifford, 2006) la señalan como un factor significativo de la intención de actuar. Por lo tanto, es de esperar que la autoeficacia sea un prerrequisito, tanto de la percepción sobre el cambio climático, como los esfuerzos personales para combatirlo.

La propia percepción de riesgo sobre el cambio climático, a su vez, ha sido asociada a la disposición de llevar a cabo acciones individuales para mitigar los efectos sobre el medio ambiente. Diversos trabajos han mostrado que la percepción de riesgo es un buen predictor de la intención de conducta para hacer frente al cambio climático (O’Connor et al., 1999; O’Connor et al., 2002; Heath & Gifford, 2006).

O’Connor et al. (2002) demuestran cómo aquellos sujetos que perciben el cambio climático como una situación de riesgo sustancial apoyan en mayor grado iniciativas políticas que supongan una transformación en el modelo energético, como así también ciertas acciones voluntarias, tales como comprar productos “verdes”, conducir menos o elegir aquellas compañías proveedoras de energía que son consideradas menos contaminantes.

Sin lugar a dudas, el cambio climático ha impactado en la salud mental de las personas. Según Hayes et al. (2018) como consecuencias psicosociales directas se ven cuadros de estrés post traumático después de eventos climáticos extremos. Indirectamente, se observan perturbaciones sociales (conflictos, migraciones) y en general una angustia emocional a largo plazo, por la conciencia de las amenazas para el bienestar y el futuro de los habitantes en la tierra.

Esta angustia emocional puede influenciar, por ejemplo, hasta en las actitudes reproductivas, de manera que algunas personas han decidido no procrear. Sus principales preocupaciones podrían ser el bienestar de su familia en el futuro y no querer contribuir con la sobrepoblación (Helm et al. 2021).

También se habla de una “ansiedad climática”, los efectos psicológicos por la crisis climática no solo se deben a eventos drásticos como un incendio o inundación. Existen efectos que nos afectan de forma lenta y gradual. Obradovich et al. (2018) refieren que el aumento de la temperatura incrementa el riesgo de suicidio (28 °C a 30 °C) y las visitas por atención psiquiátrica crecen durante las temperaturas más altas.

Recientemente se ha observado que personas que inclusive no han experimentado directamente una consecuencia drástica igualmente presentan una ansiedad asociada con las percepciones sobre el cambio climático. Esta exposición se da más comúnmente por los medios de comunicación como la televisión o las redes sociales. Por ejemplo, en el caso de los incendios en Australia muchos individuos, a pesar de no haber experimentado directamente las consecuencias del evento climático, fueron afectados emocionalmente. Sin ir muy lejos, en nuestro país, Perú, por ejemplo, nos causa un gran malestar ver derrames de petróleo en la Amazonía.

Ya sea que nos afecte directa o indirectamente, debemos contribuir como podamos con soluciones a esta crisis, es por eso que es importante que la psicología proporcione y trabaje conjuntamente con otras profesiones para proveer información basada en la investigación (Clayton, 2019).

Una de las mejores maneras en las cuales esta ciencia apoya a esta causa es por medio de la investigación de las creencias, percepciones e influencias del individuo. Todo esto con el propósito de diseñar estrategias e implementar medidas certeras. De no conocer y controlar estas variables se seguirán dando cambios perjudiciales para la vida en la tierra (Lorenzoni & Pidgeon, 2006).

La información que se halle en estas investigaciones y la precisión en la comunicación sobre las amenazas que representa, determinarán el nivel de atención e importancia que las poblaciones le den al cambio climático. Como mencionan Lorenzoni y Pidgeon (2006): “La mayoría de las personas se relacionan con el cambio climático a través de la experiencia personal, el conocimiento, el equilibrio de beneficios y costos y la confianza en otros actores sociales”.


Referencias bibliográficas

  • Clayton, S. (2019). Psicología y cambio climático. Papeles del psicólogo, 40(3), 167-173.

  • Clayton, S. (2020). Climate anxiety: Psychological responses to climate change. Journal of Anxiety Disorders, 74, 102263.

  • Hayes, K., Blashki, G., Wiseman, J., Burke, S., & Reifels, L. (2018). Climate change and mental health: Risks, impacts and priority actions. International journal of mental health systems, 12(1), 1-12.

  • Helm, S., Kemper, J. A., & White, S. K. (2021). No future, no kids–no kids, no future?. Population and Environment, 1-22.

  • Lorenzoni, I., & Pidgeon, N. F. (2006). Public views on climate change: European and USA perspectives. Climatic change, 77(1), 73-95.

  • Hidalgo, M. C. & Pisano, I. (2010). Percepción de riesgo y comportamiento ante el cambio climático. Psyecology, 1(1), 39-46

  • Obradovich, N., Migliorini, R., Paulus, M. P., & Rahwan, I. (2018). Empirical evidence of mental health risks posed by climate change. Proceedings of the National Academy of Sciences, 115(43), 10953-10958.


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